Saturday, March 04, 2006

Chorcha Chillys Willys

Cronología de Marina

A Guy Rozat, por el calzón de cuitlacoche de su invención.

¿1500?

Imposible tratar de establecer de modo único y definitivo la fecha de nacimiento de esta mujer, Doña Marina. La información hoy existente es muy ambigua y oscura sobre su edad y todo lo que tenga que ver con ella como ente de carne y hueso.

Para la leyenda, que es la "energía" que, desde el siglo XIX, mueve mucho de su presencia en nuestro discurso "nacional" contemporáneo, suele ser muy joven y siempre de los siempres muy bella cuando queda en poder de Hernán Cortés. De ahí en adelante, la leyenda sólo le otorga dos suertes posibles: o se enamora como loca de él, o él la viola y a ella le va de la patada, de modo que, sea como sea, terminará convertida en La Llorona.

Aunque, ya así la cosa conjetural, y para la "leyenda" y sus poderes, no faltan quienes creen que bien a bien todo puede ser sólo una invención simbólica, la construcción de una persona más literaria que real, Doña Marina, algo así como la Beatriz de Dante y la Laura de Petrarca, por dar un ejemplo rápido.

En esta cronología la consideramos una persona real, de carne y hueso, nacida un día de mujer y muerta en otro día, años después. Vivió, trabajó y se murió como todo mundo.

Ya entonces, si de veras vivió hasta la mitad del siglo XVI y murió de vieja, como se supone, pudo haber nacido todavía a finales del siglo XV. No hay forma de llegar más lejos. La cuestión de las "edades" se volvió un asunto matemático hace muy poco tiempo, desde que hay registro civil riguroso de los nacimientos. Por eso, elegimos este año cristiano con dos ceros de 1500 para suponer que en él fue engendrada la india Marina. Más imposible aún sería tratar de establecer con exactitud historiográfica el sitio en que ello ocurrió y las condiciones materiales y socioculturales en que se dio la unión de ese óvulo y ese espermatozoide que la engendraron.

Todo queda por ahora más que nada en lo simbólico, en la especulación, la conjetura y, por tanto, la fantasía mitopoética. Como casi todo lo demás, es cierto.

Si nos atenemos a los documentos de los conquistadores, donde resulta difícil distinguir la leyenda de lo real, su padre y madre eran gobernantes de la aldea o ciudad hablante de lengua náhuatl en donde Doña Marina nació. Aunque no cabe duda de que también resulta muy literario e interesado el hecho de querer convertirla en una aristócrata indígena, donde parece convertirse, ya decimos otra vez, en una princesa de novela de caballería.

Sobre las interpretaciones de su nombre y vida, casi todo proviene de los cronistas españoles de la conquista, las crónicas indígenas la manifiestan según este modelo. Y los cronistas conquistadores eran gente muy lejos de nuestra actual idea de verdad --creían en Dios y en el papa, creían en apariciones y milagros, desconocían por completo nuestra actual idea de ciencia y verdad, y creían que todo lo que no era como ellos estaba mal y tenía que desaparecer de la faz de la tierra. Operaban en otro orden de intercomunicación, muy lejano al nuestro. Uno oral y medieval, pero donde el libro impreso comenzaba a trastocar las cosas. Sin embargo, muchos de los intérpretes actuales de lo que ocurrió durante el encontronazo del siglo XVI les consideran, sin explicar bien a bien por qué y con qué argumentos, como etnólogos e historiadores "objetivos" como microscopio o telescopio muy al estilo científico del siglo XX, los ven como cristales transparentes que les vuelven intérpretes fieles completamente neutrales entre las culturas e incluso predispuestos del lado de sus "objetos" de estudio, sus pueblos "conquistados". En la mayoría de los casos parece que esto del injerto inconsciente del siglo XX entre muchos intérpretes de la conquista ocurre por mera ignorancia de lo que sí es la cosa de la historia humana, cosa grave, pero muy antigua, lo cual implica una gran flojera y desidia de su parte por todo lo que sea investigar de verdad lo que tanto se presume y sólo se cree buscar, defender y expresar.

¿1501?

Ya entonces. Por deshacer lo único. También elegimos por su valor simbólico este año para marcar la fecha posible de su engendramiento. Pero entonces igual elegimos este año para que nazca. Después del doble cero. Y nueve dantescos años después del primer "viaje" de Colón y veinte años antes de la caída de México-Tenochtitlan/Tlatelolco.

De acuerdo a la narración de Bernal Díaz del Castillo, esta niña indígena nació siendo la princesa heredera del reino de sus padres. Otra cuestión como de cuento medieval. Pero, según el mismo relato de Bernal, pronto, muy pronto morirá shakespeareanamente su padre, no se sabe de qué ni cómo ni por qué, mucho menos cuándo y dónde. ¿Algún tío malosón, como el de Hamlet y el de El Rey León de la compañía Disney? Su madre casará con otro varón, ¿el dichoso tío ese de la tragedia inglesa sobre el joven príncipe de Dinamarca?, sujeto del que, ¿legítima o ilegítimamente?, da a luz un hijo varón. Y para que este hijo segundogénito pueda heredar según las leyes del parentesco el gobierno del reino, la madre y el padrastro, ¿incestuosos?, deciden alejar de ahí
a la niña, la legítima primogénita. La entregan como esclava a un grupo de comerciantes ("pochtecas"), que así la llevarán como esclava hasta las tierras del actual estado de Tabasco, en donde ella aprenderá el idioma maya del posclásico tardío. Imposible determinar con exactitud lo que pueda significar una esclavitud de este tipo en las socioculturas de esa época de lo que llamamos Mesoamérica, en tanto todo o casi todo lo que se sabe de esto corresponde a las observaciones de un español ya anciano y muy medieval, Bernal Díaz del Castillo, cuando tal vez ciego (como Homero y Milton y Borges) "redacta" el documento por el que hoy le recordamos.

1519

El 15 de marzo, después de triunfar sobre los caciques indígenas de la región, en la ahora llamada Batalla de Cintla, un lugar del actual estado de Tabasco, Hernán Cortés recibe de los caciques derrotados el don de un grupo de mujeres que servirán a los conquistadores para hacerles las tortillas de maíz y darles de comer, cuando menos. En ese grupo de mujeres esclavas se encuentra ella, Doña Marina.

Cortés la entrega en propiedad a Puertocarrero, su socio más importante en la empresa de conquista. Poco después, un día antes del Domingo de Ramos, ella, junto con las demás mujeres del don de los caciques mayas derrotados por Cortés, recibió el bautismo cristiano. Momento donde se le da oficialmente el nombre cristiano de Marina, único nombre real por el que hoy podemos recordarla, pues todo lo demás es mera conjetura. Nombre, además, que ella aceptó como propio y empleó como tal hasta su muerte, pues desde ese día ella se comportó sin contradicción como una auténtica cristiana del lado conquistador hispanocatólico, sin titubeos ni flaquezas, otra vez como personaje de cuento moral medieval, cambió de bando por completo, sin mirar atrás.

“Marina”, por otra parte, es un nombre con muy alto valor simbólico; pues la señala como la mujer del mar o como una sirena, por ejemplo. También la convierte en una metáfora o representación posible de la Virgen María o, ya por estar en las modas más actuales, en María Magdalena. Marina fue un nombre constantemente empleado por los españoles para bautizar mujeres indígenas, como el de Juan para los varones.

Aunque no hay que ignorar que existen quienes consideran que este nombre se le otorgó en lengua castellana porque ella se llamaba "Malinalli" ("Hierba") en lengua indígena, cosa hasta cierto punto muy improbable, pues implica aceptar y refrendar un nombre "idólatra" o "equivocado". Cosa inusual para el esquema conquistador de la época. Sin embargo, todo sí deja entender que ella misma eligió este nombre para estar en el mundo, eligió Marina como su legítimo nombre. Por eso resulta algo rudo y turbio querer imponerle una voluntad indigenista regresiva que parece que ella nunca tuvo y hacerla regresar a la esclavitud con ese nombre prehispánico de Malinalli o Malintzin.

Días después del bautizo en la misa de acción de gracias por el triunfo de Cortés en la batalla de Cintla, el 24 de abril de ese mismo año, los españoles descubren que Marina entiende y habla la lengua de los emisarios de Moctezuma, el náhuatl. Cosa que mueve a Cortés a convertirla en su lengua y faraute, o sea, su traductora y representante personal directa, a cambio de lo que ella recibirá más que sólo su libertad al final de la conquista, según le ofrece él.

El 16 de junio Puertocarrero regresó a España, para negociar el apoyo del rey a la empresa de Cortés, desde ese momento este último la toma como su mujer.

Y en septiembre, simbólico mes zodiacal de la virgen, es cuando nos dice Bernal Díaz del Castillo en su relato de anciano que los indígenas comenzaron a llamar con la palabra "Malinche" a Hernán Cortés, según parece porque lo consideraban la sombra de ella, es decir, un hombre disminuido, falto de hombría, un ser poco viril que se ocultaba, cobarde y vil, detrás de la persona y la voz de una mera mujer, cosa que la convertía en una auténtica contra-mujer o demonio, grave motivo de escándalo en un mundo "azteca" o "mexica" donde parece que las mujeres no tenían ninguna presencia pública, pues se encontraban
sometidas por completo al sistema cerrado del yugo patriarcal. Esto también nos permite sospechar que los indígenas consideraban que ella, Doña Marina, era la verdadera "dueña" del poder belicoso de conquista de los españoles. Quizá por eso, para mostrarle a Moctezuma cómo era quien venía conquistando de esa manera, les bastó con presentarle un sujeto disfrazado como él, pues quizá consideraban que el conquistador sólo era una copia teatral de ella, la irrepresentable de principio, la invisible e indeseable, lo interdicto para ellos, los mexicas del Anáhuac. Así trataban de explicar que quienes habían llegado con tal grado de fuerza violenta eran gobernados por una demonio en verdad nefasta. También así resulta más fácil y claro pensar que quien era visto como Malinalli o yerba de la mala suerte fue el conquistador español y no ella, pensar que era Cortés, el poco hombre, el que causaba el desastre, ya que le vieron a él como un esclavo de ella, como un macho que se había dejado castrar y gobernar por una hembra, la parte maldita.

Porque todavía está por hacerse una legítima historia del significado de la lengua hablada y las lenguas traducidas en voz alta para las civilizaciones precolombinas.

De allí en adelante Marina jugará un papel sobredeterminante en la conquista militar de México, tal es la parte de su vida que más se conoce. Con su trabajo de traductora/traidora y representante legal.

Todas las acciones de que se tiene noticia que realizó en vida fueron a favor de Hernán Cortés y los españoles, nada hizo nunca en contra de ellos; así resulta que de veras ella decidió ser parte real y efectiva de ellos, los españoles, por su propia voluntad, para así alcanzar la más que libertad que le prometiera el capitán general.

Algo digno de considerar con detalle es el hecho de que Marina sea un "don" de guerra, un objeto de intercambio simbólico con que se intenta calmar la ira del vencedor, pues así es como se le entrega en tanto que "tortillera", para hacer las tortillas de maíz con que comen Cortés y su gente, algo que nos deja sospechar algo más que hacer la comida, cosa pesada como trabajo, muchas horas continuas de trabajo diario para hacer la masa y cocinar las "tlalli". Pues es pensable que también estas mujeras eran ofrecidas en tanto esclavas sexuales, para así calmar al español sin mujer, al español por ello, quizá, tan airado y enojado, tan maleducado, para hacerle disminuir ese comportamiento neurótico belicoso que había mostrado el ejército de la empresa de Cortés. Pues tal vez consideraban que se portaban así por ello, por falta de contacto con mujeres.

1522

Terminada la conquista militar de México, Cortés, tal como se lo prometió, según cuenta Bernal, le otorga plena libertad a la esclava Marina, quien, además, recibe en legítima propiedad, como parte de su trabajo conquistador, varios terrenos en Coyoacán.

Este año ella da a luz un hijo de Hernán Cortés: Martín, el mestizo.

Hasta donde nos es dable entender ahora, si Marina vivió en la ciudad de México después de la conquista, todo indica que lo hizo como toda una señora española, ya no como una mujer indígena, mucho menos como una esclava. Ni siquiera fue considerada como una cacica indígena. Se transformó, según parece, por completo, se convirtió de verdad en la otra, ella, Marina, una doña española y ya nunca más la esclava india prehispánica.

1523

De regreso de la expedición de Cortés a las Hibueras, donde es asesinado Cuauhtémoc, cuenta Bernal Díaz del Castillo, Marina pasó un tiempo viviendo en Coatzacoalcos. Allí le visitaron, dice él, su madre, bautizada ya como Marta por los españoles, y su medio-hermano, llamado Lázaro, dice Bernal que iban temerosos de que ella tomara represalias en su contra, por lo que le habían causado al despojarla de su legítima herencia de primogénita y negociarla como esclava con los pochtecas; pero no fue así. Magnánima y ya muy honorable y digna dama española, ella les perdona de inmediato, conduciéndose otra vez como toda una gran dama de novela de caballería, y les demuestra su cariño. Les hace saber que su deseo era ser cristiana y fiel a don Hernán Cortés, su señor. Se manifiesta orgullosa de ser lo que es. Por ello creemos que lo más correcto
es recordarla ahora y siempre, si tal cosa es posible, con el nombre español castellano de Marina, su nombre propio. Un elemento que le dio poder y autoconciencia, algo legítimo en términos feministas, si se quiere. Su Nombre. El suyo propio en la conciencia y los sueños. Más que una palabra.

1524

En este año Marina deja de ser la concubina adúltera de Cortés y contrae legítimo matrimonio por la iglesia y las leyes de España con otro de los conquistadores de México, Juan Jaramillo. Parece que entonces, por su importancia social, el gobierno de las ciudad les otorgó, por sus servicios de guerra, unos solares cerca del bosque de Chapultepec.

1527

Producto de ese matrimonio con Jaramillo, nace una hija, María.

De aquí en adelante, metida en su casa y cosa de ser una perfecta casada, retirada de sus trabajos de traductora/traidora en la guerra, la vida de Marina se nos oscurece por completo. Nada de verdad cierto se sabe sobre ella ya de aquí en adelante, todo es suposición y conjetura, especulación casi en asociación libre por completo.

Según dejan sospechar los documentos de un litigio, parece que ella muere poco después que la niña nació, cosa normal en la época, y que Jaramillo contrajo nupcias con otra mujer, una española esta vez. Pero no hay ninguna otra prueba documental de ello. Así hubiera vivido unos 28 o 32 años nada más, aunque, ya así, la leyenda medieval elegiría mejor los 33 años como su edad definitiva.

1537

Porque, si Doña Marina, la lengua, no es sólo un personaje simbólico, si no es sólo una alegoría medieval, entonces su nombre y persona reales aparecen mencionados y dibujados en los alegatos legales por un aperreamiento de indios caciques en Coyoacán, acto perpetrado por Hernán Cortés a través de la mediación otra vez traductora/traidora y nada parlamentaria de Marina. En estos documentos del alegato se le dibuja otra vez junto a Cortés, ordenando con su voz y gestos, lo mismo que contemplando y volviendo real con sus ojos de traidora/traductora, la tortura de los caciques.

Según algunos relatos, es por esta época cuando ella pudo haber muerto. Entonces resultaría probable que viviera unos 38 o 42 años. Algo ya menos fantástico y ficticio, por tanto más posible en la vida real.

1551

Por los documentos de un pleito legal por la propiedad de unos bienes muebles, nos enteramos de que, tal vez, Doña Marina vivía en la ciudad de México todavía antes del 21 de julio. Aunque la redacción del texto mencionado es muy ambigua al respecto.

Resulta imposible saber más por ahora sobre su vida. Prácticamente esto es todo lo que se puede saber sobre ella como un discurrir en el tiempo. De modo que este año se puede declarar por ahora como el de su muerte definitiva. Con ahora cerca de medio siglo de vida o poco más, donde ahora la leyenda criolla indigenista elegiría, sin dudar, los 52 años como la medida total de su vida en este mundo.

Y ya de salida de esta breve crónica, creemos interesante recordar, todavía, que la Malinche y Marina también han venido a conectar con el mito, quizá originado también en el romanticismo porpular del siglo XIX, de La Llorona. Otro raro mito que nos conecta de modo simbólico, ideológico, con la conquista.

Una mujer que llora por la muerte de sus hijos. Sólo se le escucha llorar y quejarse, de noche, en lo más oscuro. Pues quien la veía, se moría allí mismo de terror. Todo por el dolor demoniaco de ella.

Una mujer herida por la ruptura brutal de su línea materna de parentesco, una mujer rota en su esencia de mujer, según el orden simbólico falogocéntrico.

Así, para regresar a lo muy "simbólico" de la historia de esta mujer, resultaría que ella vivió justo cincuenta años, el medio siglo en que se realizó la conquista. Es, otra vez como en un cuento, una imagen emblemática, legítimamente emblemática, de todo ello.

Su lema: "La Malinche". La estampa o imagen: el mural de Orozco en San Idelfonso, donde la representa desnuda y morena junto al también desnudo pero muy blanco y barbado Hernán Cortés. Y su epigrama: ojalá este documento, nuestra interpretación cronológica de su improbable existencia.

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