Saturday, March 04, 2006

Es en estas imágenes de carácter iconográfico donde se puede apreciar cómo es la apariencia o representación visual que el mundo español triunfante tiene de ella, pues en la descripción verbal que se hace en las crónicas que escribieron los conquistadores resulta muy difícil imaginarse cómo sería, físicamente hablando, este personaje de Marina.

Las descripciones que hacen de doña Marina estos cronistas son, más bien, apreciaciones del carácter de ella. Aunque Bernal la da a entender cómo más blanca y noble de lo normal. Respecto a la historia de su procedencia, todo es muy confuso, no hay acuerdo en ello, y son tan diversos los lugares en donde dicen que nació... que de Guazacualco, de Viluta, cerca de Coatzacoalcos, de Huilotitlán, de Xaltipan, de Tectipac… En fin, que no se sabe bien a bien de dónde la llevaron o de dónde llegó.

El caso es que, si se trata de elegir alguna de estas versiones, me quedo con la que dice que: “Hechas las paces con los de Tabasco después de la batalla de Centla, los caciques traen regalos a Cortés: algunas joyas, comida y veinte mujeres de las que ellos tienen por esclavas, para que moliesen pan’, es decir para que les hagan tortillas” --como cuenta la crónica de Tapia, pues: “Pensaban hacerles gran servicio, como los veían sin mujeres, y porque cada día es menester moler y cocer el pan de maíz en que se ocupan mucho tiempo las mujeres.”

Es entre este grupo de mujeres donde supuestamente venía la joven indígena que después será Marina. Las razones por las que sobresale
inicialmente son tres: era de buen parecer, entrometida y desenvuelta. Así que, como cuenta Tapia: cuando llegan los enviados de Motecuzoma a dialogar con Cortés, hablando náhuatl, Jerónimo de Aguilar no les entiende, situación problemática; entonces, alguien cuenta que vieron a una de las indias obsequiadas por los caciques de Tabasco, que ella estaba hablando con los enviados, de manera que sabía las dos lenguas, entonces es cuando Cortés la tomó aparte con Aguilar y le “prometió más que libertad si le trataba verdad entre él y aquellos de su tierra, pues los entendía, y él la quería tener por su faraute y secretaria”.

Y ahí es donde inicia la historia de traductora/traidora de Doña Marina. La razón principal porque ahora la recordamos. Una esclava a la que le ofrecieron la libertad a cambio de su trabajo como traductora/traidora o puente entre lenguas diferentes. Todo esto ocurrió hacia el 15 de abril de 1519, aproximadamente, y se calcula que Marina debió tener entonces, cuando Cortés la toma de intérprete, unos 15 años de edad. Además de que “la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España”. Este tener mucho ser y mandar es algo que en definitiva lleva a exclamar: ¡qué ánimo tan varonil tenía Doña Marina!

Lo cierto es que algo tenía esta Doña Marina, ya que no sólo los españoles veían en ella dotes de mujer de poder, según las crónicas también los indígenas cayeron en ese su influjo mágico, como le pasa en Cholula con una señora de esa ciudad, que, “como la vio moza y de buen parecer y rica, le dijo y le aconsejó que se fuese con ella a su casa”. Quería casarla con su hijo. Cosa que Marina no acepta. Prefiere regresar con los españoles a contarles lo sucedido con esa señora que le anuncia la rebelión que se planea contra los españoles, y dicen que gracias a ese aviso los españoles ganaron la batalla de Cholula. Otro de los momentos que la vuelven Marina traductora/traidora.

Pero de su indumentaria o vestido no podemos hacernos una idea clara con este tipo de descripciones. No cuentan nada de cómo estaba vestida, por ejemplo, en ese primer encuentro, cuando la llevan de regalo entre las otras mujeres, ni cómo se vestía cuando ya andaba entre la comitiva de Cortés.

Sólo contamos con la información de los códices de la conquista para tratar de imaginarnos un poco de cómo andaba ella vestida. Y digo un poco, pues su indumentaria en estas imágenes de códice, una vez que se trata de definir de acuerdo a los usos y costumbres de una etnia precisa, no corresponde a un grupo determinado de los que habitaban Mesoamérica en ese momento histórico. Su indumentaria es de tipo prehispánico sólo en apariencia, si pensamos que lo que porta es un huipilli o quechquemitl y un enredo largo; algunas veces anda descalza, otras, calzada con sandalias o con una especie de alpargatas españolas, sin tocado en la cabeza, aparece casi siempre con el cabello largo, negro, suelto. Aunque en las imágenes de la crónica de Durán aparece rubia, como una auténtica princesa de cuento de caballería andante. Básicamente eso es todo lo que podemos ver y saber sobre su indumentaria.

¿Qué es lo raro, entonces, en todo eso? --me preguntarán ustedes. ¿En dónde está el detalle para pensar que hay algo que no vuelve "prehispánica" su indumentaria?

Yo encuentro dos detalles que me parecen dignos de tomarse muy en cuenta; y que, cuando ambos se perciben bien, se entiende que la indumentaria de Doña Marina corresponde más bien al modo español de vestire de esa época. El primer detalle es tener que aceptar que un huipil prehispánico tenga mangas largas a manera de suéter o abrigo. Ya que los huipiles prehispánicos no tienen mangas, propiamente hablando. Una blusa sí tiene mangas. Pero el huipil que vemos en las imágenes prehispánicas tiene otra forma de cubrir el cuerpo, otra forma de cubrir los hombros y los brazos.

El segundo detalle que encuentro tiene que ver con lo ancho del huipil que vemos como indumentaria de Doña Marina en las imágenes de los códices. Pero para entender mejor esto de lo "ancho" que hablo es necesario saber cómo es un huipil...