Saturday, March 04, 2006

María Adela Hernández Reyes

El huipil de Doña Marina

Hermoso huipil llevabas
Que la Virgen te creí
La Llorona

De las cinco Cartas de Relación que Hernán Cortés envía a los “Muy Altos y Muy Poderosos, excelentísimos Príncipes, Muy Católicos y Muy grandes Reyes y Señores. El rey don Carlos, futuro Carlos V, y la reina doña Juana, no es sino hasta la última de éstas donde aparece mencionada por su nombre doña Marina, “la lengua”. En las cartas anteriores simplemente aparece mencionada como “la lengua y un faraute que traía”. Pues se supone que ella no hacía sola este trabajo de traducir, Cortés tenía todo un equipo de traducción simultánea para sus relaciones públicas de conquistador español. Sin embargo, en su relato oficial, doña Marina no juega un papel importante, tan sólo aparece como un personaje secundario.

Sabemos de ella y todo lo que hizo en la conquista de México más que nada por las crónicas de otros conquistadores militares y espirituales, muy especialmente la de Bernal Díaz del Castillo, que es quien sí le da un papel importante en todo este asunto de la conquista. Pero también la mencionan en sus historias López de Gómara y Andrés de Tapia, quienes también narran cómo la ayuda de doña Marina fue crucial para la conquista militar.

¿Marina o Malinali o Malitzin? ¿Cuál era su nombre verdadero? El caso es que la bautizaron
con el nombre de Marina, para que pudiera ser una persona capaz de tratar con los españoles y acompañarlos y ayudarles en esa aventura de conquistar el México de Moctezuma. Y así es como me parece más adecuado referirme a este personaje, como Doña Marina.

Además de las fuentes escritas españolas e indígenas se encuentran las imágenes iconográficas creadas para explicar la conquista. Hay una serie de documentos tipo códice prehispánico que narran toda esta historia, como lo es el de Muñoz Camargo con su Descripción de Tlaxcala, o el anónimo Lienzo de Tlaxcala, o el Códice Florentino o el de Tizatlán, entre varios otros más del siglo XVI. Es justo ahí, en el Códice de Tizatlán (imagen que encabeza este ensayo), en donde se puede “ver” cómo era o pudo ser este personaje,
Doña Marina, en tanto que ella aparece de pie, detrás de Hernán Cortés, realizando un gesto con la mano, como en actitud de dictar o escribir en el aire con el índice extendido y los demás dedos contraídos. Seguramente señala de este modo las palabras que salen de su boca traductora/traidora y que Cortés atento escucha.